Programa doble comisariado por el cineasta Carlos Martínez-Peñalver Mas, poniendo en relación su película Á procura da estrela con el largometraje O movimento das coisas (Manuela Serra, 1985)
Sobre o movimento das coisas
Por Carlos Martínez-Peñalver Mas
La voluntad de retener aquello que va a desaparecer, el inmediato desvanecimiento del tiempo, es uno de los gestos propios del cine. Manuela Serra se acoge a esta cualidad para retratar el cambio que experimentaba el mundo rural de la década de los ochenta en el norte de Portugal en O movimento das coisas.
El trabajo de la directora con el campesinado de Lanheses, tanto en la interpretación de los personajes como en el desarrollo del guión de la película, fue uno de los aspectos que más me cautivó, ya que gracias a ello consigue un equilibrio en donde la ficción se postra ante la realidad dando lugar a una cinta con un fuerte compromiso político que pasa por encima de los géneros. La película se posiciona a la misma altura que el sujeto para mirarlo y hacer emerger la subjetividad del campesinado a través del dispositivo cinematográfico. Y esto lo consigue gracias a desdeñar la gramática fílmica hegemónica e incorporar el “error” de interpretación y el azar como una seña irrevocable de la realidad. El colofón de las decisiones de dirección viene dado por el tratamiento del paisaje como un personaje más que modula la emoción de la película, una entidad que nos recuerda que aquello que pensamos eterno por su belleza, quizás algún día ya no esté.
Si hay una protagonista en O movimento das coisas tal vez es Isabel, una mujer a la que vemos coger el autobús para trabajar en la fábrica. Cuando ella marcha, nos quedamos en el pueblo para asistir al transcurrir de las acciones que marcan su ritmo cotidiano: El ordeño, el sembrado, la elaboración del pan, el pastoreo, el mercado, las comidas en casa, la crianza, la complicidad, los rituales de la siembra y los de la muerte. Al volver, Isabel transita entre estos gestos como quien reconoce lo que ve como propio, y tal vez, en un posible juego de alter-ego por parte de la directora, tratando de retener aquello que define como “su hogar” antes de que se desvanezca debido a las derivas impuestas por un mundo en el que se está adentrando: el del progreso. Un progreso que acecha tras la niebla disuelta con los gases de la fábrica al otro lado del río Lima.