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El joven Pedro tiene su primera experiencia laboral en un ultramarinos, trabajo que le cuesta mantener, mientras intenta ganarse el corazón de una chica de la que está prendado.

 

Pedro, el negro contiene todos los ingredientes de lo que, para mí, debería ser una primera película ideal. En ella se siente un amateurismo hermoso, el de un cineasta con arrojo, intuición, rapidez, levedad, torpeza y elegancia; el deseo de capturar la vida desde el pulso inconfundible de la juventud. Hoy día no es tan fácil encontrar primeras películas como esta; hay demasiados filtros, demasiados estándares, demasiadas apariencias. Por eso es gratificante acordarse de ella o descubrirla por primera vez. En la que fue su primera ficción larga, Miloš Forman ya adelantaba casi todos los elementos reconocibles de su personalidad como cineasta. Antes del exilio y el salto a Hollywood, me atrevo a decir que Forman era el más realista del grupo de la nueva ola checa, el menos simbolista, pero también el más incisivo. Le gustaba trabajar con ficciones leves, personajes jóvenes y tipologías de clase media en situaciones cotidianas de desconcierto, muchas veces embarazosas, a ratos hilarantes, en las que se regocijaba con humor irreverente, con ternura y empatía. Los jóvenes que retrata se enfrentan a la incomprensión de los mayores, anticipando un cambio social que llegaría con la Primavera de Praga. Pero Forman insistía en que su cine no era político, su mayor provocación era reaccionar contra la estupidez del cine de propaganda comunista. Quería encontrar una nueva forma para acercarse a la vida verdadera de su país, seguir el impulso de otras cinematografías que estaban reaccionando a la historia. Sin duda la Nouvelle Vague o el Free Cinema eran referentes, pero Chaplin y Keaton le habían enseñado cómo ser popular, entretenido y mordaz. Además, Pedro, el negro tiene muchas semejanzas con Los amores de una rubia, su obra maestra del primer periodo, y parece por momentos un boceto de lo que iba a rodar a continuación: chicas con guitarra en mano, adolescentes aburridos que se desvían del trabajo y encuentran un amor efímero, secuencias de bailes multitudinarios y otras de intimidad familiar. Está rodada a partir de un guion a cuatro manos con su amigo Jaroslav Papoušek, otro gran cineasta, autor de la maravillosa Ecce Homo Homolka (1970), pero con una estructura muy libre. La mayoría de los actores no eran profesionales sino amigos y personas a las que supo sacar toda su gracia. Los diálogos terminaban de perfilarse en el rodaje, a veces en la misma toma. La cámara al hombro se ajustaba a una puesta en escena nada rígida, de una porosidad vitalista, en busca de pequeños detalles, gestos, miradas. Es cine en estado puro, cine embrionario y contagioso, cine revolucionario en un sentido íntimo y profundo.

Jonás Trueba

Cineasta. Su última película, Volveréis, ha sido estrenada este año en la Quincena de Cineastas de Cannes. La aparición de ciertos "cameos" de Pedro, el negro en su cinta motivó la invitación a escribir este texto.

 

Premios

Locarno 1964 - Leopardo de Oro
  • Locarno 1964 - Leopardo de Oro
  • Locarno 1964 - Leopardo de Oro

Ficha técnica

Título original:
Černý Petr
Año:
1963
Duración:
90 minutos
Formato:
1.37 : 1 – B/N – mono – DCP 2K
País:
Checoslovaquia
Idiomas:
checo

Ficha artística

Dirección:
Miloš Forman
Guion:
Jaroslav Papoušek, Miloš Forman
Producción:
Filmové studio Barrandov
Fotografía:
Jan Němeček
Música:
Jiří Šlitr
Montaje:
Miroslav Hájek
Sonido:
Adolf Böhm, Bohumír Brunclík
Elenco:
Ladislav Jakim, Pavla Martínková, Jan Vostrčil, Vladimír Pucholt, Pavel Sedláček, Zdeněk Kulhánek
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