Valerie y su semana de las maravillas

El amor, el miedo, el sexo y la religión se funden en esta historia surrealista y fantástica, que mezcla cuentos populares como Alicia en el país de las maravillas o Caperucita roja.

Basada en la novela gótica de 1932 del escritor vanguardista Vítězslav Nezval (uno de los fundadores del movimiento surrealista en Checoslovaquia), Valerie y su semana de las maravillas recoge elementos que también podrían encontrarse en los cuentos tradicionales, como los recopilados en el Pentamerón de Giambattista Basile en el siglo XVII. La virginidad y la primera menstruación de la joven protagonista son los desencadenantes de una narrativa fragmentada y una construcción visual que combinan la búsqueda de la evocación poética con la carnalidad y las contradicciones irracionales que derivan de los terrores psicosexuales en su paso a la adultez. Unos terrores que llegan a sublimarse con la aparición del vampirismo —convergiendo sangre, sexo y muerte—.

Esta combinación de ideas la conectan a un largometraje encajado en la fantasía oscura como En compañía de lobos (Neil Jordan, 1984), pero añade en su ambientación histórica un señalamiento explícito de la responsabilidad de la represión de la adolescente hacia las estructuras de poder, las instituciones y las normas sociales. Más específicamente, la iglesia y las creencias religiosas, los vínculos familiares y las imposiciones de las buenas costumbres son las auténticas amenazas a las que se enfrenta Valerie en sus esfuerzos por mantener su voluntad y autonomía sexual y corporal. La joven debe lidiar con sus miedos hacia las consecuencias de la exploración de su propia sexualidad, a la amenaza de la violación y también a la consciencia de la mortalidad que representa la solemne figura de su estricta abuela, con su envejecido y pálido rostro. 

Así se configura uno de los últimos filmes de la corriente renovadora de la Nueva Ola Checa, desde la inspiración del realismo mágico y el sentido onírico de su puesta en escena, repleta de simbolismos y cierto coqueteo, siempre ambivalente, con la presencia de lo sobrenatural. 

Ramón Rey

Crítico y periodista cinematográfico. Cocreador del podcast Manderley y redactor en Cine maldito. Miembro de ACCEC y FIPRESCI.